Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano« ¡Hombres duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oÃdos! Sois como fueron vuestros padres… que mataron a los profetas!» Esteban, el primer mártir de la Iglesia, acusaba asà al pueblo, a los ancianos y a los escribas que lo habÃan arrastrado a los tribunales. Sus corazones estaban cerrados, no querÃan escucharlo, y ya no recordaban la historia de Israel. El Papa Francisco repasa la historia que la liturgia de hoy propone en la Primera lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles.
La persecución a causa de la verdad
Asà como los profetas anteriores habÃan sido perseguidos por sus padres, también estos ancianos y escribas con sus corazones que «se consumÃan de rabia» se lanzaron contra Esteban, «y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon». Y el Papa comenta: “Cuando el profeta llega a la verdad y toca el corazón, el corazón se abre o el corazón se vuelve de piedra, y se desencadena la rabia, la persecuciónâ€. “Asà termina la vida de un profetaâ€.
El verdadero profeta llora sobre el pueblo
La verdad muchas veces es incómoda y no es agradable de escuchar: el Santo Padre Francisco recuerda que “los profetas siempre han tenido estos problemas de persecución para decir la verdadâ€.
“Pero, ¿cuál es para mà la prueba de que un profeta cuando habla en voz alta dice la verdad? Es cuando este profeta es capaz no sólo de decir, sino también de llorar sobre el pueblo que ha abandonado la verdad. Y Jesús, por una parte, le reprocha con esas palabras duras; «generación perversa y adúltera» dice por ejemplo; y por la otra parte llora por Jerusalén. Ésta es la prueba: un verdadero profeta es aquel capaz de llorar por su pueblo y también de decir cosas fuertes cuando debe decirlas. No es tibio, es siempre asÃ: directoâ€.
No reprochar, sino abrir a la esperanza
Pero el verdadero profeta no es un “profeta de desventuras†– precisa Francisco. “El verdadero profeta es un profeta de la esperanzaâ€:
“Abrir puertas, sanear las raÃces, restaurar la pertenencia al pueblo de Dios para seguir adelante. No es ‘por oficio’ un reprochador… No, él es un hombre de esperanza. Reprocha cuando es necesario, y abre las puertas mirando el horizonte de la esperanza. El verdadero profeta, si hace bien su trabajo, se juega la piel.
La Iglesia necesita el servicio de la profecÃa
Asà Esteban muere ante la mirada de Saúl, para ser coherente con la verdad. Y el Papa cita una frase de uno de los primeros padres de la Iglesia: ‘La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos’.
“La Iglesia necesita de los profetas. Diré más: necesita que todos nosotros seamos profetas. No crÃticos, esto es otra cosa. Una cosa es el juez siempre crÃtico a quien nada le gusta, ninguna cosa le gusta:  ‘No, esto no esto no va bien, no va bien, no va bien. Esto debe ser asÃ…â€. Ése no es un profeta. El profeta es el que reza, mira a Dios, mira a su pueblo, siente dolor cuando el pueblo se equivoca, llora – es capaz de llorar sobre el pueblo – pero también es capaz de jugársela bien para decir la verdadâ€.
“Que no le falte a la Iglesia – concluyó el Santo Padre – este servicio de la profecÃa, para ir siempre hacia adelanteâ€.
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