En el inicio de la primavera europea el Romano pontÃfice presidió la Audiencia General en la Plaza de san Pedro, y antes de comenzar, mantuvo un diálogo ameno con los fieles al comienzo de una de estaciones más bellas del año.
Nuestra raÃz es Jesús
“Hoy es el primer dÃa de la primavera: ¡buena primavera! ¿Pero qué pasa en primavera? Las plantas florecen, florecen los árboles. Les haré algunas preguntas: pero respondan, ¿eh? Un árbol o planta enfermos, ¿florecen bien si están enfermos? ¡No!†“Un árbol, una planta que no es regada por la lluvia o artificialmente, ¿puede florecer bien?â€. “Y un árbol y una planta al que le han quitado las raÃces o que no tiene raÃces, ¿puede florecer? ¡No!†“Este es un mensaje, ¿eh?†“La vida cristiana es una vida que debe florecer: en las obras de caridad, en hacer el bien… Pero si no tienes raÃces, no puedes florecer y ¿quién es la raÃz? ¡Jesús! Si no estás con Jesús, allÃ, en la raÃz, no florecerás†[…].
Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo
Asà dio inicio a la Catequesis en la que meditó a partir del Evangelio según san Juan, capÃtulo 6, versÃculos 54 y 55 sobre la Liturgia EucarÃstica: “Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo, que se nos da en la Palabra y en el Sacramento del Altar. En el momento de la comunión que hoy contemplamos, Jesús se nos sigue dando en su Cuerpo y en su Sangre, por el ministerio de la Iglesia, como hizo con los discÃpulos en la Última Cena. Después de la Fracción del Pan, el sacerdote nos invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos, por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su Palabra salvadoraâ€, expresó.
Explayándose en italiano, el Papa explicó que formar parte del banquete de bodas del Cordero es una invitación que nos alegra y al mismo tiempo nos empuja a un examen de conciencia iluminado por la fe, dado que, si por una parte vemos la distancia que nos separa de la santidad de Cristo, por la otra creemos que su Sangre es derramada para la remisión de los pecados. “Todos fuimos perdonados en el Bautismo, y somos o seremos perdonados cada vez que nos acerquemos al sacramento de la penitenciaâ€, recordó, e instó una vez más a no olvidar que Jesús “no se cansa de perdonarâ€, sino que “somos nosotros que nos cansamos de pedir perdónâ€.
Nutrirse de la EucaristÃa significa mutar en lo que recibimos
“Caminamos hacia el altar – prosiguió en español – para nutrirnos de la EucaristÃa, para dejarnos transformar por quien recibimos, como dice san AgustÃn: «Yo soy el alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mÃâ€.
El PontÃfice también se refirió al reconocimiento que realizamos cuando, al sacerdote que distribuyendo la EucaristÃa nos dice “el Cuerpo de Cristoâ€, respondemos “Aménâ€: esto significa, dijo el Papa, que reconocemos la gracia y el compromiso que comporta convertirnos en Cuerpo de Cristo. “He aquà el prodigio de la Comunión: nos volvemos en lo que recibimosâ€, agregó.
La EucaristÃa nos hace fuertes
“La EucaristÃa – añadió Francisco en italiano– nos hace fuertes para dar frutos, flores de buenas obras para vivir como cristianosâ€, e invitó a acercarnos a la EucaristÃa y a recibir a Jesús “que nos transforma en Élâ€, y nos hace más fuertes.
“La Iglesia desea vivamente que también los fieles reciban el Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma Misa”, dijo, y que el signo del Banquete EucarÃstico se expresa con mayor claridad si la Comunión “se hace bajo las dos especies”, aún sabiendo que la doctrina católica enseña que “sólo bajo una especie se recibe el Cristo todo entero”: el Papa recuerda pues, que según la praxis, el fiel se acerca normalmente a la EucaristÃa en procesión y comulga con devoción de pie o de rodillas, “recibiendo el Sacramento en la boca, o, donde está permitido, en la mano, como prefiere”.
En sus saludos a los fieles, como es habitual, el Santo Padre dirigió un pensamiento especial a los jóvenes, ancianos, a los enfermos y a los recién casados, invitando a pedir en el sacramento de la confesión el perdón de Dios, y, en los sufrimientos, unirse más a Cristo. A los peregrinos de lengua española en particular, exhortó a la comunión frecuente, “haciendo presente el misterio de amor que se encierra en el Sacramento, para que la unidad con Cristo y con su Iglesia se manifieste en nuestro actuar cotidiano y testimonie nuestra vida nueva en Cristoâ€.