Naturalmente esto no es fácil, tal como lo recordó Francisco, porque siempre están las tentaciones de considerar una mitad y no la otra. Tanto es asà que San Pablo  dirigió palabras fuertes a los Gálatas  cuando les dijo que habÃan cedido ante la tentación de no entrar en el misterio de amor, sino de explicarloâ€. Asà como la serpiente habÃa encantado a Eva y en el desierto habÃa envenenado a los israelitas, del mismo modo fueron encantados “por la ilusión de un Cristo sin la Cruz o por una Cruz sin Cristoâ€.  Estas son las dos tentaciones ante las que se detuvo el Santo Padre. La primera, es la de un Cristo sin la Cruz, o sea, hacer de Él “un maestro espiritualâ€, que te lleva adelante con tranquilidad:
“Un Cristo sin la Cruz que no es el Señor: es un maestro. Nada más. Es aquel que, sin saberlo, tal vez buscaba Nicodemo. Es una de las tentaciones. SÃ, Jesús, qué buen maestro, pero… sin la Cruz. ¿Quién los ha encantado con esta imagen? La rabia de Pablo. Jesucristo presentado pero no crucificado. La otra tentación es la Cruz sin Cristo. La angustia de permanecer abajo, rebajados, con el peso del pecado, sin esperanza. Es una especie de “masoquismo espiritualâ€. Sólo la Cruz, pero sin esperanza, sin Cristoâ€.
La Cruz sin Cristo serÃa “un misterio de tragedia†– añadió el Papa – como las tragedias paganas:
“Pero la Cruz es un misterio de amor, la Cruz es fiel, la Cruz es noble. Hoy podemos dedicar algunos minutos y cada uno preguntarse: ¿Cristo crucificado, para mÃ, es misterio de amor?  ¿Sigo a Jesús sin la Cruz, a un maestro espiritual que llena de consuelo, de buenos consejos? ¿Sigo la Cruz sin Jesús, siempre quejándome, con este “masoquismo†del espÃritu? ¿Me dejo llevar por este misterio del descenso, vaciamiento total y elevación del Señor?â€.
El Papa Francisco concluyó desenado que el Señor conceda la gracia “no digo de comprender, sino de entrar†en este misterio de amor. Después, con el corazón, con la mente, con el cuerpo, con todo, entenderemos algoâ€.
(MarÃa Fernanda Bernasconi – RV).