Francisco al servicio de la paz

Seis meses de guerra en Ucrania, seis meses de llamamientos constantes en los que Francisco, en un momento en el que parece prevalecer la “lógica diabólica y perversa” de las armas, abogó por evitar la catástrofe y promover la fraternidad humana.

Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano

El que hace la guerra se olvida de la humanidad. En seis meses de conflicto en Ucrania, los llamamientos del Papa Francisco a la paz y a evitar el riesgo de una catástrofe mundial han sido incesantes.

Una derrota para todos

El Pontífice no dejó pasar la oportunidad de recordar al mundo, con una mirada que va más allá de la contingencia de las fronteras geográficas en las que se libra, que “toda guerra representa una derrota para todos” (Ángelus del 27 de marzo de 2022), exhortando a invertir la perspectiva y así “derrotar la guerra” (Audiencia General del 23 de marzo de 2022). “Nuestra fantasía”, dijo, “parece cada vez más concentrada en la representación de una catástrofe final que nos extinguirá. Lo que sucede con una eventual guerra atómica” (Audiencia General del 16 de marzo de 2022). “Ante el peligro de autodestrucción, que la humanidad comprenda que ha llegado el momento de abolirla”, de repudiarla, “de borrarla de la historia de la humanidad antes de que ella borre al hombre de la historia”. “¿Qué victoria será esa que plante una bandera sobre un cúmulo de escombros?” (Ángelus, 10 de abril de 2022). “Que el Espíritu del Señor nos libre de esta necesidad de autodestrucción”.

Un acto sacrílego

La guerra es, en efecto, un lugar de muerte sin sentido, “donde los padres y las madres entierran a los hijos, donde los hombres asesinan a sus hermanos sin ni siquiera haberles visto, donde los poderosos deciden y los pobres mueren”. “Es una locura que no tiene justificación”, señaló, pensando en los numerosos niños desplazados desde el inicio del conflicto, “no solo devasta el presente, sino también el futuro de una sociedad”. Significa destruir el futuro, provocando un traumatismo dramático en los más pequeños e inocentes de entre nosotros”. Un acto bárbaro, bestial, repugnante y sacrílego: es decir, porque “va contra la sacralidad de la vida humana, sobre todo contra la vida humana indefensa, que ha de ser respetada y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia” (Ángelus del 20 de marzo de 2022)

“Dios, en efecto, es solo Dios de la paz, no de la guerra” y “está con los operadores de paz” (Ángelus del 27 de febrero de 2022), Francisco sigue reiterando: “Los que apoya la violencia profanan su nombre” (Ángelus 13 de marzo de 2022), niegan el sueño de Dios sobre la humanidad realizado en Pentecostés, el día que “los pueblos que hablaban lenguas diferentes se encontraron y se entendieron”. Por el contrario, la guerra es “una pesadilla”: “pueblos que se enfrentan, pueblos que se matan, personas que, en lugar de acercarse, son expulsadas de sus hogares” (Regina Caeli del 5 de junio de 2022).

Nunca debemos acostumbrarnos a la guerra

Con el pensamiento puesto más allá de Europa, en los conflictos olvidados de Siria, Yemen o Myanmar, por nombrar algunos trozos de la “tercera guerra mundial en etapas”, el Pontífice llamó repetidamente a no considerar nunca que “la guerra no puede ser algo inevitable”. De hecho, es necesario oponerse con toda la fuerza al riesgo de acostumbrarse, o incluso de olvidar, la “trágica realidad” de lo que ocurre en Ucrania, o en cualquier otro lugar, como si fuera algo lejano, y “enfriar el corazón“: “la indignación de hoy”, fue la exhortación, debe convertirse “en el compromiso de mañana”. Porque, si salimos de este asunto como antes, todos seremos culpables de alguna manera”.

Hijos de un mismo Padre

“El Padre de todos, no sólo de algunos”, de hecho “quiere que seamos hermanos y no enemigos”. La guerra, por otra parte, recuerda “el espíritu de Caín” que mató a su hermano Abel. “Somos testarudos como humanidad”, repite errores y horrores del pasado, señaló el Pontífice: “Estamos enamorados de las guerras, del espíritu de Caín, el espíritu ‘cainista’ de matar, en vez del espíritu de paz” (Conferencia de prensa a su regreso de Malta – 3 de abril de 2022). “Quien persigue sus propios fines en detrimento de los demás”, dijo el Obispo de Roma unas semanas antes del inicio del conflicto invitando a una jornada de oración por la paz el 26 de enero de 2022, “desprecia su propia vocación de hombre, porque todos hemos sido creados hermanos” (Ángelus, 23 de enero de 2022).

 

Oración incesante

Incluso antes de la escalada de violencia, cuando las fuerzas armadas de la Federación Rusa invadieron el territorio ucraniano, Francisco llamó implacablemente a dar un giro de 180 grados, señalando la enseñanza de Jesús como la respuesta a la diabólica insensatez de la violencia (Audiencia General del 23 de febrero de 2022): el Miércoles de Ceniza, 2 de marzo, abrió la Cuaresma con el signo del ayuno y la oración por la paz en Ucrania, invitando a todos a no apartar la mirada y la esperanza del Dios de la reconciliación con la intercesión de María, Reina de la Paz: “¡No dejemos de rezar, es más, recemos más intensamente! ” para que “el Señor abra caminos de diálogo que los hombres no quieren o no saben encontrar”, amonestó convencido de que “la paz en el mundo comienza siempre con nuestra conversión personal, en el seguimiento de Cristo” (Audiencia general del 2 de marzo de 2022).

Consagrados a la Reina de la Paz

Al Corazón Inmaculado de María, Francisco consagró el 25 de marzo, en el día de la Anunciación, a toda la humanidad, especialmente a Rusia y Ucrania, implorando una concordia duradera entre las naciones bajo el manto de la Madre de todos: “Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear”. “Sigamos, por favor, rezando cada día el Rosario por la paz. Y recemos por los responsables de las Naciones, para que no pierdan ‘el olfato de la gente’, que quiere la paz y sabe bien que las armas no la traen, nunca” (Regina Coeli – 8 de mayo de 2022).

 

El riesgo de la ruina

Con dolor en el corazón ante los escenarios cada vez más alarmantes, el Pontífice exhortó a los líderes políticos a un “serio examen de conciencia delante de Dios”: “Pido a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional”.

Tras constatar la impotencia de la Organización de las Naciones Unidas (Audiencia General del 6 de abril de 2022) y con la convicción de que “cada día de guerra empeora la situación de todos”, pidió entonces que “las iniciativas y acciones políticas al servicio de la fraternidad humana se antepongan a los intereses partidistas con un llamamiento sincero: “¡Por favor, no lleven a la humanidad a la ruina!”.

El “diálogo serio” es de hecho, según el Obispo de Roma, la única solución y ” Las armas no son el camino”. Nunca. (Ángelus 12 de diciembre de 2021): “Si se mira la realidad con objetividad, teniendo en cuenta el daño que cada día de guerra supone para esa población pero también para el mundo entero, lo único razonable sería parar y negociar” (Ángelus 31 de julio de 2022).

La lógica diabólica de las armas

De ahí la advertencia: “Que haya negociaciones reales y concretas para un alto el fuego y una solución sostenible. Que se escuche el grito desesperado del pueblo que sufre, que se detenga la macabra destrucción de ciudades y pueblos“. En efecto, la guerra nunca está del lado del hombre: “No mira la vida concreta de las personas, sino que antepone los intereses partidistas y de poder. Confía en la lógica diabólica y perversa de las armas, que es la más alejada de la voluntad de Dios. Y se distancia de la gente común, que desea la paz, y que en todo conflicto es la verdadera víctima que paga sobre su propia piel las locuras de la guerra”.

La negociación y el bien común

Toda crisis puede convertirse en una oportunidad antes de que sea demasiado tarde y la crisis ucraniana, según el Pontífice, “todavía puede convertirse en un desafío para los sabios estadistas, capaces de construir en el diálogo un mundo mejor para las nuevas generaciones”. Con la ayuda de Dios, esto siempre es posible. Pero debemos pasar de las estrategias de poder político, económico y militar a un proyecto de paz global: no a un mundo dividido entre potencias en conflicto; sí a un mundo unido entre pueblos y civilizaciones que se respetan” (Ángelus 3 de julio de 2022).

Junto a las víctimas

Ha sido constante el llamamiento a favorecer corredores humanitarios seguros y a poner en marcha acciones de ayuda a la población martirizada por las bombas, de aquellos que, a solo tres mil kilómetros de Roma, están “en el martirio” y huyen de la violencia, especialmente los niños y los ancianos, víctimas indefensas del orgullo y del egoísmo. Con la misma consideración, Francisco no dejó de agradecer a los muchos hombres y mujeres de buena voluntad que desde el primer momento abrieron sus puertas a los refugiados en los que, recordó, está presente Cristo: “No nos cansemos de acoger con generosidad, como se está haciendo: no sólo ahora, en la emergencia, sino también en las semanas y meses venideros”. “Pensemos en estas mujeres, en estos niños que, con el tiempo, sin trabajo, separados de sus maridos, serán buscados por los “buitres” de la sociedad. Protejámoslos, por favor”.

 

Al servicio de la paz

Esperanza, angustia y preocupación son los sentimientos que el Pontífice ha confiado que comparte con cada persona desde el pasado mes de febrero. Nunca ha sido solo la mirada comprensiva y empática de un espectador: desde el primer momento, de hecho, se ha hecho cercano a los que cada día corren el riesgo de ser víctimas de la ferocidad de la guerra y ha intentado por todos los medios llegar al corazón de los que todavía pueden cambiar las tornas. Visitó inmediatamente al embajador ruso en Roma; mantuvo conversaciones telefónicas con el presidente ucraniano Zelensky; dio las gracias en varias ocasiones a los periodistas que, enviados al terreno para garantizar la información, arriesgaron sus vidas; animó y acogió como un signo de esperanza la reciente salida de los puertos ucranianos de los primeros barcos cargados de grano.

Una solicitud que se ha hecho explícita en el compromiso activo de la Santa Sede de trabajar sin reservas para ponerse al servicio de la paz, con el envío a Ucrania, el pasado mes de marzo, de los cardenales Krajewski y Czerny, respectivamente Limosnero de Su Santidad y Prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, y en mayo de Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados. El Obispo de Roma nunca lo ha ocultado: en su corazón cultiva un fuerte deseo de “abrir una puerta”, de ir a las zonas afectadas por el conflicto primero en Moscú y luego en Kiev: “está sobre la mesa”, “me gustaría ir allí“. “Para servir a la causa de la paz”.

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