Poco después de su elección como Sucesor de Pedro, el Santo Padre Francisco decidió visitar Lampedusa, la isla italiana que recibe cada dÃa cientos de migrantes que buscan un futuro mejor y que huyen de guerras y carestÃas: era el 8 de julio de 2013. Asà el Papa Francisco marcaba, con su primer viaje Apostólico, una de las prioridades de su pontificado: los migrantes.
Al cumplirse cinco años de aquella visita el Romano PontÃfice celebró una misa en el altar de la Cátedra de Pedro por los migrantes, a la que participaron, precisamente, migrantes y socorristas.
Migrantes, vÃctimas de la cultura del descarte
En la homilÃa el Santo Padre partió de la advertencia del profeta Amós, «Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo…Vendrán dÃas en que les haré sentir hambre… hambre de escuchar la palabra del Señor», para recordar las vÃctimas de la cultura del descarte, entre ellas, a los migrantes y refugiados, “que siguen golpeando las puertas de las Naciones que disfrutan de un mayor bienestarâ€.
Las respuestas no han sido suficientes
Sucesivamente recordó su visita a Lampedusa, en la que se hizo eco del llamamiento perenne de Dios a la responsabilidad humana: “¿Dónde está tu hermano? La voz de su sangre clama a mÃâ€, y manifestó que no se trata de una pregunta dirigida a otros, sino “a cada uno de nosotros”. Lamentablemente, las respuestas a esta apelación- dijo –  aunque sean generosas, no han sido suficientes, y hoy lloramos a miles de muertos.
Dios cuenta con nosotros para ayudar a nuestros hermanos
Haciendo presente la promesa de Dios «Vengan a mà todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11,28), Francisco puso de relieve que Dios Padre necesita de nuestros ojos para ver las necesidades de los hermanos y hermanas, nuestras manos para ayudar, nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas en el silencio, a veces cómplice, de muchos y nuestro corazón para manifestar el amor misericordioso de Dios por los últimos, los rechazados, los abandonados, los marginados.
La hipocresÃa estéril de quien no quiere ensuciarse las manos
Francisco también puso en guardia sobre la tentación de tener una actitud de cerrazón ante quienes tienen derechos como todos a la seguridad y a una condición de vida digna, y también se refirió a quien construye muros, “reales o imaginariosâ€, en lugar de puentes. Para ello recordó el Evangelio de Mateo del dÃa, en que Jesús reprocha a los fariseos sobre la estéril hipocresÃa de quien no quiere “ensuciarse las manosâ€: «Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios» (9,13).
La respuesta es la solidaridad y la misericordia
“Ante los desafÃos migratorios de hoy, la única respuesta sensata es la de la solidaridad y la misericordia†afirmó el Papa, precisando que se trata de una respuesta “que no hace demasiados cálculosâ€, y que “requiere una división ecua de las responsabilidades, una honesta y sincera valoración de las alternativas y una gestión prudenteâ€.
La polÃtica justa – aseguró – es aquella que se pone al servicio de la persona, de todas las personas interesadas; que prevé soluciones adecuadas para garantizar la seguridad, el respeto de los derechos y la dignidad de todos; que sabe buscar el bien de su paÃs teniendo en cuenta el de los otros paÃses, en un mundo cada vez más interconectado. Es éste el mundo que buscan los jóvenes.
Se necesita lealtad y compromiso
El Romano PontÃfice aludió luego a la necesidad de un compromiso de lealtad y de buen juicio a llevar adelante junto con los gobernantes de la tierra y las personas de buena voluntad y manifestó que por este motivo, se sigue con atención el trabajo de la comunidad internacional para responder a los desafÃos planteados por las migraciones contemporáneas.
En la conclusión, dirigió palabras en su lengua materna a los fieles presentes en la BasÃlica provenientes de España, socorristas y rescatados en el Mediterráneo: a los primeros expresó su gratitud por encarnar la parábola del Buen Samaritano, y a los rescatados reiteró su solidaridad y aliento y les pidió “que sigan siendo testigos de la esperanza en un mundo cada dÃa más preocupado de su presente, con muy poca visión de futuro y reacio a compartir, y que con su respeto por la cultura y las leyes del paÃs que los acoge, elaboren conjuntamente el camino de la integraciónâ€.