El Santo Padre Francisco se asomó al mediodÃa de este domingo a la ventana del Palacio Apostólico, para rezar junto con los fieles y peregrinos la oración mariana del Ãngelus dominical, y para realizar su catequesis sobre el Evangelio del DÃa.
En la fiesta de la SantÃsima Trinidad el Evangelio de Mateo presenta el envÃo a la misión de Jesús a sus discÃpulos y también la plena autoridad con que se presenta el Resucitado: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discÃpulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del EspÃritu Santo»(Mt.28, 18), ordena el Señor.
Dios-Amor no es una entidad lejana e indiferente
En la alocución previa al rezo mariano, el Obispo de Roma recordó, en primer lugar, que la fiesta de la SantÃsima Trinidad es una fiesta “para contemplar y alabar el misterio de Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas, el Padre, el Hijo y el EspÃritu Santoâ€, y también “para celebrar con asombro siempre nuevo a Dios-Amor”, que ofrece gratuitamente su vida y pide que la difundamos en el mundo.
AsÃ, el PontÃfice comenzó afirmando que las lecturas del dÃa “hacen comprender cómo Dios quiere revelarnos no tanto que Él existe, sino más bien que es el ‘Dios con nosotros’, que nos ama, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, a partir de los más pequeños y necesitadosâ€.
Él – dijo el Papa citando el Deuteronomio – es Dios allá arriba, en el cielo pero también aquà abajo, en la tierra, y de ahà puso en evidencia que, en consecuencia de ello “nosotros no creemos en una entidad lejana e indiferenteâ€, sino “ en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y ha resucitado por nosotros, y como EspÃritu Santo todo lo transforma y lleva a la plenitudâ€.
Jesús no es un simple personaje del pasado
Sucesivamente, Francisco se detuvo en la figura del ApóstolSan Pablo (Rm 8: 14-17), quien “en primera persona  – dijo – experimentó esta transformación obrada por Dios-Amorâ€.
El apóstol, explicó el Santo Padre, “nos comunica su deseo de ser llamado Padre, o más bien ‘Papá’, con la total confianza de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha dado la vidaâ€.
El Apóstol también recuerda que el EspÃritu Santo “actuando en nosotros hace que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, sino que lo sintamos cercano, nuestro contemporáneo, y experimentemos la alegrÃa de ser hijos amados por Diosâ€, añadió.
Por último, citando la promesa que Cristo nos hace en el Evangelio: «yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), subrayó que es precisamente gracias a la presencia de Jesús “y a la fuerza de su EspÃrituâ€, que “podemos realizar con serenidad la misión que Él nos confÃaâ€, a saber, “anunciar y testimoniar a todos su Evangelio y asà expandir la comunión con Él y la alegrÃa que de ello derivaâ€.
El cristiano no es una persona aislada
Por lo expuesto, el PontÃfice concluyó que “la fiesta de la SantÃsima Trinidad nos hace contemplar el misterio de un Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo recibe, le dona que refleje un rayo de su belleza, bondad y verdadâ€.
“Él siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea bendición para todas las naciones y para todas las personas, ninguno excluidoâ€, afirmó Francisco, y aseguró que el cristiano “no es una persona aislada, sino que pertenece al Pueblo de Dios”:
“Nosotros somos pueblo: el pueblo de Dios. Que la Virgen MarÃa nos ayude a cumplir con alegrÃa la misión de dar testimonio al mundo, sediento de amor, de que el sentido de la vida es, precisamente, el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del EspÃritu Santoâ€, concluyó.
Paz en Ãfrica y en el mundo entero y solidaridad con los enfermos
Tras rezar el Ãngelus el Papa recordó la beatificación de Leonela Sgorbati, hermana Misionera de la Consolata, que fuera asesinada por odio a la fe en Mogadiscio, Somalia: “Su vida dada por el Evangelio y el servicio a los pobres, asà como su martirio, representan una prenda de esperanza para Ãfrica y para el mundo enteroâ€, expresó, e invitó a rezar un Ave MarÃa por la paz en Ãfrica: “Nuestra Señora del Ãfrica ruega por nosotros”, oró. Y antes de despedirse con su tradicional saludo: “buen almuerzo y hasta la vistaâ€, el Santo Padre quiso saludar a las personas  que, con ocasión de la Jornada del Alivio, se encontraban reunidas en el PoliclÃnico Gemelli para promover la solidaridad con las personas afectadas por graves enfermedades: “exhorto a todos a reconocer que hay que estar cerca de las personas enfermas con ternuraâ€.