MarÃa Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Esterilidad y fecundad: son las dos palabras en torno a las cuales reflexionó el Papa Francisco en su homilÃa de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el tercer martes de diciembre.
Las lecturas del dÃa presentan el nacimiento de Sansón y de Juan Bautista que el ángel habÃa anunciado a dos mujeres estériles o que tenÃan demasiados años como el caso de Isabel. El Santo Padre recordó que en aquel tiempo la esterilidad era una vergüenza, porque el nacimiento de un hijo se consideraba una gracia y un don de Dios. El Papa también recordó que en la Biblia se lee de tantas mujeres estériles, que deseaban ardientemente tener un hijo, o de tantas otras madres que lloraban por la pérdida del hijo y porque se habÃan quedado sin descendencia, como Sara, NoemÃ, Ana e Isabel, por ejemplo.
“Llenen la tierra, sean fecundosâ€. Francisco recordó que se trata del primer mandamiento que Dios dio a nuestros padres. Y añadió que “Donde está Dios, hay fecundidadâ€:
“Me vienen a la mente (…) algunos paÃses que han elegido la vÃa de la esterilidad y padecen esa enfermedad tan mala que es el invierno demográfico. Los conocemos. No tienen hijos. No. Que el bienestar, que esto, que esto otro… PaÃses vacÃos de niños y esto no es una bendición. Pero esto es algo de pasaje. La fecundidad siempre es una bendición de Diosâ€.
El Papa destacó la fecundidad material y espiritual. El hecho de dar la vida. Y dijo que una persona puede ser célibe, como los sacerdotes y los consagrados, pero debe vivir igualmente dando la vida a los demás. Ay de nosotros – subrayó Francisco –  si no somos fecundos a través de las buenas obras.
La fecundidad es un signo de Dios. Y el PontÃfice recordó que los profetas han elegido sÃmbolos hermosos, como el desierto. Qué otra cosa es más estéril que un desierto – dijo – y sin embargo, ellos dicen que también “el desierto florecerá, la aridez se llenará de aguaâ€. Es, precisamente – agregó Francisco – la promesa de Dios. Dios es fecundo.
“Es  verdad, el diablo quiere la esterilidad. Quiere que cada uno de nosotros no viva para dar vida, tanto fÃsica como espiritual, a los demás. Que viva para sà mismo: el egoÃsmo, la soberbia, la vanidad. Engordar el alma sin vivir para los demás. El diablo es el que hace crecer la cizaña del egoÃsmo y no nos hace fecundos.
Es una gracia tener hijos que nos cierren los ojos en la hora de nuestra muerte – dijo también el Papa Francisco –  y citó el ejemplo de un anciano misionero de la Patagonia que, cuando tenÃa 90 años, decÃa que su vida habÃa pasado como un soplo, pero que tenÃa tantos hijos espirituales junto a sà en su última enfermedad.
Aludiendo a la inminente Navidad el Papa dijo:
“Aquà hay una cuna vacÃa. Podemos verla. Puede ser sÃmbolo de esperanza porque vendrá el Niño; puede ser un objeto de museo, vacÃo durante toda la vida. Nuestro corazón es una cuna. ¿Cómo es mi corazón?¿Está vacÃo – siempre vacÃo – pero abierto para recibir continuamente la vida y dar la vida? ¿Para recibir y ser fecundo? ¿O será un corazón conservado como un objeto de museo que jamás ha sido abierto a la vida ni a dar la vida?â€.
El Santo Padre Francisco concluyó su reflexión sugiriendo mirar esta cuna vacÃa y decir: “Ven Señor, llena la cuna, llena mi corazón e impúlsame a dar la vida, a ser fecundoâ€.