El Papa en la solemnidad de la Asunción de María: servir a Dios en cuerpo y alma

Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano

El miércoles 15 de agosto, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

Asunción al cielo: unión corporal y espiritual

“La asunción al cielo, en alma y cuerpo, es un privilegio divino concedido a la Santa Madre de Dios por su particular unión con Jesús. Es una unión corporal y espiritual, iniciada en la Anunciación y madurada a lo largo de la vida de María a través de su singular participación en el misterio del Hijo”, explicó el Santo Padre destacando, que si bien María tuvo una vida humilde y sencilla, ya que “fue una mujer común de su tiempo”; cada acción diaria suya, “era realizaba siempre en total unión con Jesús, viviendo en el momento del Calvario su culmen en el amor, en la compasión y en el sufrimiento del corazón”.

“Es por eso que Dios le ha dado una participación plena también en la Resurrección de Jesús”, añadió el Obispo de Roma recordando que el cuerpo de la Madre “ha sido preservado de la corrupción, al igual que el cuerpo del Hijo”.

Dios quiere salvar al “hombre entero”

Asimismo, el Pontífice señaló que con esta festividad la Iglesia invita a contemplar este misterio: “nos muestra que Dios quiere salvar al hombre entero, su alma y su cuerpo. Jesús resucitó con el cuerpo que había recibido de María; y ascendió al Padre con su humanidad transfigurada”.

Por ello, -dijo Francisco- «la maravillosa realidad de la Asunción de María manifiesta y confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, alma y cuerpo. Esto – la “resurrección de la carne” – es un elemento propio de la revelación cristiana, una piedra angular de nuestra fe».

Glorificar a Dios con el cuerpo y el alma

Antes de concluir, el Papa hizo hincapié en que “servir a Dios sólo con el cuerpo sería una acción esclava”; mientras que “servirlo sólo con el alma estaría en contraste con nuestra naturaleza humana”, por tanto como cristianos estamos llamados a glorificar a Dios a través de la unión de ambos: cuerpo y alma, trabajando unidos en búsqueda de la eternidad.

“Si hemos vivido de esta manera, en el servicio jubiloso a Dios, que se expresa también en un servicio generoso a los hermanos; nuestro destino, el día de la resurrección, será similar al de nuestra Madre celestial”, afirmó el Santo Padre invitando a todos a rezar a María, “para que por su intercesión maternal, nos ayude a vivir nuestro camino diario en la esperanza de poder alcanzarla algún día, con todos los Santos y nuestros seres queridos, en el paraíso”.

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