SofÃa Lobos – Ciudad del Vaticano
“El Adviento es un tiempo para reconocer los vacÃos que hay en nuestras vidas, suavizar la aspereza del orgullo y hacer un lugar en nuestro corazón a Jesús que vieneâ€, palabras del Papa Francisco a la hora del rezo del Ãngelus en la Plaza de San Pedro, el domingo 10 de diciembre, II del tiempo de Adviento.
Acompañado por miles de fieles y peregrinos de varias partes del mundo, el Santo Padre reflexionó sobre la liturgia dominical en la que el profeta IsaÃas se dirige al pueblo anunciando el final del exilio de Babilonia y el regreso a Jerusalén.
Haciendo alusión a las profesÃas de IsaÃas, “Todo valle sea levantado, y bájese todo monte y collado”(40,3); el PontÃfice explicó que los valles para rellenar representan todos los vacÃos de nuestro comportamiento ante Dios, como puede ser el hecho de no orar, la falta de caridad; asà como todos nuestros pecados de omisión. Mientras que los montes que “debemos allanarâ€, son el orgullo, la soberbia, y la prepotencia.
“Debemos adoptar una actitud de mansedumbre y humildad para poder preparar la venida de nuestro Salvador, que es manso y humilde de corazón (cfr Mt 11,29)â€, afirmó el Sucesor de Pedro indicando que todas estas acciones deben llevarse a cabo con alegrÃa, ya que “están encaminadas a la llegada de Jesús”.
“El Adviento, es por tanto, un tiempo propicio para orar más intensamente, para reservar a la vida espiritual el puesto importante que le corresponde, y para estar más atentos a las necesidades del prójimoâ€, dijo Francisco recordando que si actuamos de esta manera, “podemos abrir caminos de esperanza en el desierto del corazón árido de tantas personasâ€.
“El Salvador que esperamos es capaz de transformar nuestra vida con la fuerza del EspÃritu Santo y con el amor”, concluyó el Obispo de Roma pidiendo a la Virgen MarÃa, que ha preparado la venida de Cristo con la totalidad de su existencia, “que nos ayude a seguir su ejemplo y guÃe nuestros pasos hacia el Señor, que viene”.
texto completo de las palabras del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos dÃas!
El domingo pasado hemos iniciado el Adviento con la invitación a vigilar; hoy, segundo domingo de este tiempo de preparación a la Navidad, la liturgia nos indica los contenidos propios: es un tiempo para reconocer los vacÃos para colmar en nuestra vida, para allanar las asperezas del orgullo y hacer espacio a Jesús que viene.
El profeta IsaÃas se dirige al pueblo anunciando el final del exilio en Babilonia y el regreso a Jerusalén. Él profetiza: “Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor! […].â€Â¡Que se rellenen todos los valles!†(40,3). Los valles para rellenar representan todos los vacÃos de nuestro comportamiento delante de Dios, todos nuestros pecados de omisión. Un vacÃo en nuestra vida puede ser el hecho que no rezamos o rezamos poco. El Adviento es entonces el momento favorable para rezar con más intensidad, para reservar a la vida espiritual el puesto importante que le corresponde.
Otro vacÃo podrÃa ser la falta de caridad hacia el prójimo, sobre todo, hacia las personas más necesitadas de ayuda no sólo material, sino también espiritual. Estamos llamados a estar más atentos a las necesidades de los otros, más cercanos. Como Juan Bautista, en este modo podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas.
“Que se aplanen todas las montañas†(v. 4), exhorta aun IsaÃas. Los montes y las colinas que deben ser aplanadas son el orgullo, la soberbia, la prepotencia. Donde hay orgullo, donde hay prepotencia, donde hay soberbia no puede entrar el Señor porque aquel corazón está lleno de orgullo, de prepotencia, de soberbia. Por esto, debemos bajar este orgullo.
Debemos asumir actitudes de mansedumbre y de humildad, sin gritar, escuchar, hablar con mansedumbre y asà preparar la venida de nuestro Salvador, Él que es manso y humilde de corazón (cfr. Mt 11,29). Después se nos pide que eliminemos todos los obstáculos que ponemos a nuestra unión con el Señor: “¡Que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!†Entonces se revelará la gloria del Señor – dice IsaÃas – y todos los hombres la verán juntamente» (Is. 40,4-5). Pero estas acciones van realizadas con alegrÃa, porque están finalizadas a la preparación de la llegada de Jesús. Cuando esperamos en casa la visita de una persona querida, predisponemos todo con cuidado y felicidad. Del mismo modo, queremos predisponernos para la venida del Señor: esperarlo cada dÃa con diligencia, para ser colmados de su gracia cuando vendrá.
El Salvador que esperamos es capaz de transformar nuestra vida con su gracia, con la fuerza del EspÃritu Santo, con la fuerza del amor. En efecto, el EspÃritu Santo infunde en nuestros corazones el amor de Dios, fuente inagotable de purificación, de vida nueva y de libertad. La Virgen MarÃa ha vivido en plenitud esta realidad, dejándose “bautizar†por el EspÃritu Santo que la ha inundado de su potencia. Ella, que ha preparado la venida del Cristo con la totalidad de su existencia, nos ayude a seguir su ejemplo y guÃe nuestros pasos al encuentro con el Señor que viene.
Traducción del italiano: MarÃa Cecilia Mutual