«Un dÃa, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discÃpulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, asà como Juan enseñó a sus discÃpulos». El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada dÃa nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación». (Lc 11, 1-4)
En la Audiencia General del miércoles 15 de noviembre de 2017 el Santo Padre Francisco realizó su catequesis a partir de la reflexión del capÃtulo11 del Evangelio según san Lucas, versÃculos 1 al 4, prosiguiendo con su nuevo ciclo de catequesis con la mirada puesta en la Santa EucaristÃa.Â
A continuación el resumen que pronunció en español:Â
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Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy, reflexionamos sobre otro aspecto de la Misa, que es la oración. Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal. El hombre fue creado para este encuentro con Dios que es Padre, Hijo y EspÃritu Santo, relación perfecta de amor y de unidad.
Jesús enseña a sus discÃpulos a rezar con la oración del “Padre nuestro†y con ella los introduce en el diálogo sincero y sencillo con Dios, animándolos a ir creando en ellos una conciencia filial, sabiendo decir “Padreâ€. También a nosotros nos invita a permanecer con Él, siendo la EucaristÃa ese momento privilegiado de unión con Dios y los hermanos.
“Vivir†en esa presencia supone dialogar en silencio, y para ello debemos tener la humildad de reconocernos pequeños, como el niño en brazos de su padre, confiando que todo lo recibimos de sus manos amorosas. Además, se necesita esa capacidad de asombro, de dejarse sorprender, como la tienen los más pequeños, para reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, que nos llena de alegrÃa y de esperanza para comenzar de nuevo: Dios nos ama a pesar de nuestras debilidades y nos invita al banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestra fragilidad y la sana, para devolvernos a la unidad originaria de lo que somos: hijos de Dios.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la tripulación del Buque Cantabria que presta su servicio en el Mediterráneo en favor de los inmigrantes. Gracias, gracias por lo que hacen, muchas gracias. Saludo también a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a acercarse a la EucaristÃa para estar con el Señor, para sentarse a su lado y compartir con Él nuestra vida, escuchando su Palabra que hace arder nuestro corazón. Gracias.
(Radio Vaticano)