RV).- No tener miedo de “decir la verdad sobre nuestra vidaâ€, siendo conscientes de nuestros pecados. Y confesarlos al Señor “para que nos perdoneâ€. Es la exhortación que hizo el Papa Francisco en su homilÃa de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el último jueves de septiembre.2730
Reflexionando a partir del Evangelio de San Lucas, propuesto por la liturgia del dÃa y dedicado a la reacción de Herodes ante la predicación de Cristo, el Santo Padre recordó que algunas personas asociaban a Jesús con Juan Bautista o ElÃas, mientras otras lo identificaban con algún profeta. De manera que Herodes no sabÃa “qué pensarâ€, pero “sentÃa algo dentroâ€, que “no era una curiosidadâ€, era “un remordimiento en el almaâ€, “en el corazónâ€. Trataba – dijo el Papa – de ver a Jesús “para tranquilizarseâ€. QuerÃa ver los milagros realizados por Cristo. Pero Jesús – añadió Francisco – no hizo “el circo ante Élâ€.
Fue entregado a Pilatos y Jesús pagó con la muerte. Encubrió “un crimen con otroâ€, “el remordimiento de la conciencia con otro crimenâ€, como quien “mata por temorâ€. Por lo tanto, el remordimiento de la conciencia no es “simplemente recordar algoâ€, sino “un tormentoâ€:
“Una plaga que nosotros, cuando en la vida hemos cometido el mal, nos hace mal. Pero es un tormento escondido, no se ve; ni siquiera yo lo veo, porque me acostumbro a llevarlo y después se anestesia. Está allÃ. Algunos la tocan, pero la llaga está adentro. Y cuando esa llaga hace mal, sentimos el remordimiento. No sólo estoy consciente de haber hecho el mal, sino que lo siento: lo siento en el corazón, lo siento en el cuerpo, en el alma, lo siento en la vida. De allà surge la tentación de cubrir esto para no sentirlo másâ€.
Por eso es “una gracia sentir que la conciencia nos acusa, nos dice algoâ€. Por otra parte – reafirmó Francisco – “ninguno de nosotros es un santo†todos tendemos a mirar los pecados “de los demás†y no los nuestros, compadeciendo, quizás, a quien sufre en la guerra o a causa de “dictadores que matan a la genteâ€:
“Nosotros debemos – permÃtanme la palabra – ‘bautizar’ la llaga, es decir, darle un nombre. ¿Dónde tienes la llaga? ‘¿Cómo hago, padre, para quitármela?’. ‘Bueno, ante todo reza: Señor, ten piedad de mà que soy pecador’. El Señor escucha tu oración. Después examina tu vida. ‘Si no veo cómo y dónde está aquel dolor, de dónde viene, que es un sÃntoma, ¿cómo hago?’. ‘Pide asistencia a alguien que te ayude a salir; que salga la llaga y después dale un nombre’. Yo tengo este remordimiento de conciencia porque he hecho esto. Concretamente; lo concreto. Y ésta es la verdadera humildad ante Dios y Dios se conmueve ante lo concretoâ€.
Este carácter concreto – dijo el PontÃfice – que expresan los niños en la confesión. Lo concreto de decir lo que se ha hecho, para que “salga la verdadâ€. “Asà se cura unoâ€:
“Aprender la ciencia, la sabidurÃa de acusarse a sà mismo. Yo me acuso a mà mismo, siento el dolor de la llaga, hago de todo para saber de dónde viene este sÃntoma y después me acuso a mà mismo. No tener miedo de los remordimientos de la conciencia: son un sÃntoma de salvación. Tener miedo de encubrirlos, de camuflarlos, de disimularlos, de esconderlos… Pero eso sÃ, ser claros. Y de este modo el Señor nos curaâ€.
El Papa Francisco  dirigió su invocación final a fin de que el Señor nos dé la gracia “de tener el valor de acusarnos a nosotros mismos†para encaminarnos por el camino del perdón.
(MarÃa Fernanda Bernasconi – RV).3